Helen Bohorquez Helen Bohorquez

El mejor de los tiempos

“Mira toda esta gente infeliz viviendo en el mejor de los tiempos.”

“Yo los veo normales.”

“Nadie conversa.”

“Eso no significa nada. No se necesita hablar para ser feliz —bueno, a menos que seas mudo.”

“La verdad es que no sé por qué nos vinimos a vivir aquí.”

“Ya hemos hablado de esto.”

“Ya sé.”

“Bueno, besito.”

“Que tengas un buen día.”

Dos paradas más adelante, ella sale del vagón entre un mar de gente infeliz. Cruza sin mirar a nadie, fijándose en la salida de emergencia que usa a diario para salir a la calle. Al salir de la estación, el aire frío de un invierno que no se quiere ir de Nueva York la recibe. Es abril.

El día transcurre enmarcado en lo habitual.

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Helen Bohorquez Helen Bohorquez

Preámbulo

Depósito oceánico entre bases nasales y montañas oculares, esperando la disruptiva combinación de vientos cálidos de ira, odio, frustración y los vientos fríos de tristeza, melancolía, soledad...

Penumbra de torbellino craneal, implosiva ante la vergüenza, explosiva ante la comodidad de una almohada o unos brazos, premonitoria ante la neblina de mi temprana noche, impredecible y estorbosa venda que me niega el más allá.

¿Quién maneja la meteorología de esta vaina?

¿La convulsión térmica?

¿El excremento volcánico?

¿El mareado tifón?

¿A cuántos arrasaré?

Mientras espero el diluvio y el baile de las agujas

El cemento echa pa’rriba

Sin control, sin límite

Los procreadores vomitan

De a uno, de a seis

Las luces envenenan

Los truenos cantan

Y ante la situación perfecta

Ni Zeus ni Moisés

Ni la llamarada de este cigarro ficticio

Podrán detenerme

Hijueputas, vean no más, así me los llevo yo.

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Helen Bohorquez Helen Bohorquez

Usted sabe

Es hambre, ¿sabe? Apetito por comérselo todo, curiosearlo, aprenderlo, rebozarse de miel hasta la fatiga y el éxtasis. Me siento y empiezo a fantasear, con la de allí, el de aquí, los todos juntos y revueltos… Las ideas que me recorren por los brazos, me pican, quieren volverse tatuaje, impermeable, un jarabe para el síntoma. Analizo el síntoma, ya van varios añitos de cosquilleo, de vagabundería mental. Uno trata de entretenerse con la cotidianidad, con lo normal, para no sentirse tan anormal, balbucearse lo que diría, lo que haría, para después enterrarlo, usted sabe, para no ser malagradecido con lo que ya se tiene.

Pero me da hambre. Las ansias entran. La lengua por el diente filudo, por los labios… con sutilidad. El mundo queda chiquito para el agujero negro de mi cabeza. Lo interesante es que no es infelicidad, es solo apetito. Degustación de escenas desconocidas, usted sabe, como las del cine, y las páginas de ese libro, pero sin los bichos, o las narrativas subterráneas de las madrugadas neoyorquinas.

Decir justo lo que se está pensando, sin el filtro de los años, de la vida… Actividad eléctrica con utilidad de sobrevivencia, eso y nada más. Encontrar oídos sin juicio, ilimitados, u ojos, no importa el medio, la plataforma, binaria u orgánica. La búsqueda ocular en todos los rincones, el aroma imaginario, usted sabe, perder el hilo de lo que se está pensan...

Usted sabe…

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Helen Bohorquez Helen Bohorquez

Los bichos

Rasca su lomo con brusquedad

tal perro ante el péndulo del carnicero

pero el arma es invisible para los habitantes del vagón

pues cada quien carga su nudo al cuello

a su manera

blue collar

white collar…

sacude la cabeza un poco mientras parpadea con fuerza sus ojos

la boca seca le fastidia

deshidratación crónica que trata de curar a punta de café…[¡qué imbécil!]

trata de mantenerse despierto

observa un hombre en frazada cadavérica

el mismo que con grotescas uñas

pelea con el mismo moco desde hace varios minutos…

cambia de angulo de visión

recuesta la cabeza en ese plástico color hueso

igualito a jaula de veterinaria

45 grados al norte

ve las promesas del mundo mejor

un grupo de estudiantes sostienen importantísimos manuales

sonríen y parecen tener interesantísimas conversaciones

el futuro no es problema para ellos

siempre y cuando sostengan el manual

siempre y cuando sostengan eternamente el manual…

desvío 30 grados al occidente

le piden a ella que sueñe en grande

¿para qué conformarse con lo natural?,

Lo artificial es grande, es ¡GRANDE!…

arrastra con violencia su mano por el rostro sudoroso

desfigurándose un poco, [porque la máscara le pesa]

observa de nuevo a su alrededor…

con sus almas en las manos

la colección de cuerpos vacíos incita al escrutinio

¿pues qué ha de importarles?

[habrán de estar conectados a la metafísica de sus realidades digitales]…

entonces lo ve a él

¿cómo no verlo?

mírale la boca

[¿le gustará succionar o lamer?]

[que importa]

[¿cómo puede este animal leer con tanta paz en este lugar?]

[ah, es extranjero]

Der Prozeß?…

– ah, sí, del escritor de los bichos…

– ese es Burroughs, marica…

– no, es el Franz…

– bueno, como sea.

contrae sus pulmones con fuerza

para aparentar respirar

observa al lector con rapidez

pues su parada está cerca…

[si tan solo compartiéramos jeringa]

lo que le haría ver…

lo que le haría ver…

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Helen Bohorquez Helen Bohorquez

escritura libre 1

pues he de abstenerme de mis pensamientos esta noche, dejar que el teclado y las manos sean uno, que se evaporicen las palabras con los ojos cerrados, que el tecleo tenga ritmo de sonata, una de esas canciones tristes de película extranjera, que la resonancia llene el vacío de mi cuerpo, me transporte a ese universo congojo que abraza mis recuerdos, déjalo, déjalo... déjalo que el péndulo de lo incierto escriba tu historia, que las temáticas monosilábicas de los cuchicheos en este salón sean erradicados con martilleos suaves, que tus manos pintadas de blanco y negro sean caracterizaciones del maestro, del pianista sentado en la parte derecha de tu cabeza, déjalo, déjalo… déjalo que te convierta en sinfonía, en esculturas rítmicas al viento, en progresiones caóticas elevadas al cielo, en arpegios sobrenaturales que se derramen por tus rodillas, con hermosa lentitud, con bello y sofocante salvajismo… déjalo, déjalo, déjalo que te envuelva en levitación fantástica, en el desdoble artesanal de tu belleza, de la calidez quebrantada que pretendes ignorar, del tiempo enterrado, de tus poros respirando átomos intergalácticos, del poder hambriento de tu ser… déjalo, déjalo, déjalo, déjalo esta noche en tinta impenetrable, codificada, oscura, recluida y misteriosa, déjalo que brote en forma de enzimas asesinas, en frascos inyectables, en notas indescifrables para el gris promedio, en acertijos pigmentados de mar, déjalo en estado gaseoso inalcanzable para ellos, invencible y puro para vos…

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Helen Bohorquez Helen Bohorquez

Pride

I'm happy for her. She has done well so far.  Confident, smart, beautiful and fun—just the way I pictured her multiple times—the flesh and bone incarnation of years of in-the-making perfection. The books she devoured, the people she met, the films she performed in her head, replacing the main character, the songs she lip-synced to, the secret cigarettes she smoked, the pain she suffered and overcame, the good times she's had. I'm proud of her. 

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Helen Bohorquez Helen Bohorquez

Niño del Sur

Niño del sur,

marinero extraviado en el océano incorrecto,

¿sabes que te tengo prisionero?

Las burbujas acentuadas en mi lengua,

te tienen embriagado chiquillo,

vos de aquí, no te moverás,

remarás sin brújula mientras controlo el magnetismo de tu boquita,

las coordenadas de tu destino

se entrelazaron en medio de mi borrasca fugitiva,

yo permito el desencaje

de tus sentidos imperfectos,

no tienes que alimentarte con historias de puertos desahuciados,

pues yo seré tu literatura,

escrita en hojas del árbol de la vida,

serás escudero de remotas aventuras,

y te llevaré a la gloria entre sombras y roces

y a aquel charco limonero del que partiste,

volverás ante mi mando,

con la pancita enamorada

y un sentido de ilusoria libertad…

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Helen Bohorquez Helen Bohorquez

Filósofo Brasileño

Me veo estática entre el tumulto, reciclando oxígeno para el montón, en mi mente, la melancolía de un filósofo brasileño que habitaba en el campo abierto de la existencia, su apasionada percepción de la vida, su laberinto de emociones y el vacío tras la separación de su añorada pasión, me entristece, me invade con recuerdos ajenos de su vida, de sus amigos, de sus poesías escritas en servilletas que nunca leeré. 

Era doctor en papel, pero por unos breves minutos, me curo a punta de confusas lágrimas. 

No lo conocí. 

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Helen Bohorquez Helen Bohorquez

Mis trenes

Campos de olivas

Campos de arroz

Casas viejas

Maizales secos

Gente

Estornudos y cabeceos

Equipajes llenos de cosas

Llenos de plantas

Llenos de harinas como regalo

Montañas grises y peladas

Llanuras verdes y vibrantes

Estaciones estáticas

Hogares de millones sin millones

Pasajeros de ventana

Percepciones de asiento

Destellos universales en mis ojos

Y un cerebro enamorado y ciego

Intentando hacer sentido todo esto

De dar significado al recorrido

Como si fuera cura a la muerte

A mi existencialismo crónico

Presente siempre en mis trenes

Acorralado en mis sienes

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Helen Bohorquez Helen Bohorquez

Hija del subsuelo

Puedo curar la melancolía de mis viernes por la tarde con galguerías importadas, vallenatos inspirados en míticas aunque desconocidas ciénagas caribeñas; puedo permitirme la libertad de arrojar hijueputeces al aire viendo al montañero adoptado bajo mi ruana invisible.

Puedo despojar al café de su leche y convertirlo en vino, envolverme en cachaquismos sureños y absolver mi lengua de las condenadas sílabas forzadas. Puedo sumergirme en un párrafo de Vásquez, Márquez o Vallejo, y alucinar que seré una de ellos.

Puedo camuflarme en un local oloroso a pan y aceite; escuchar las inconformidades apocalípticas del diario vivir de mis vecinos o las ya familiares predicciones nacionales.

Puedo arañar la identidad sagrada y heredada de mis ancestros, darme bocanadas tóxicas de patriotismo, adjudicarme lo que no es mío.

Puedo revestirme en oro y ahogarme en charcos imaginarios, tragar abejas dulces, colgarme en alas de cóndor viejo, reírme de sus ojos, llorar por ellos.

Puedo, por unos segundos, engañar a mi mente con alguna extrañeza de esta selva gris, dominarla y moldearla, desdoblarme en la fantasía de lo que veo no es rentado, depositar mi esencia en un espejismo propio…

Verme completa como hija del subsuelo, como una vena más…en el torrente sanguíneo, al cual llamo hogar.

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