El mejor de los tiempos
“Mira toda esta gente infeliz viviendo en el mejor de los tiempos.”
“Yo los veo normales.”
“Nadie conversa.”
“Eso no significa nada. No se necesita hablar para ser feliz —bueno, a menos que seas mudo.”
“La verdad es que no sé por qué nos vinimos a vivir aquí.”
“Ya hemos hablado de esto.”
“Ya sé.”
“Bueno, besito.”
“Que tengas un buen día.”
Dos paradas más adelante, ella sale del vagón entre un mar de gente infeliz. Cruza sin mirar a nadie, fijándose en la salida de emergencia que usa a diario para salir a la calle. Al salir de la estación, el aire frío de un invierno que no se quiere ir de Nueva York la recibe. Es abril.
El día transcurre enmarcado en lo habitual.