Helen Bohorquez Helen Bohorquez

Almidón rojo

Puedo saborearte, aunque no estés en mí

Recibir tus olores a bocanadas

Sentir tu cabello bordear mi locura

Salivarme ante tus roces

Y palpitar en todas partes

Ansiarte como nicotina

Adicta y dulce

revertida en cremas de chocolate

Hambrienta

Sofocante

Húmeda en tus circunferencias

Y habitada por ese tú que solo yo conozco

Aquí sentada destruyo tus pudores

Enciendo tus malas mañas

Abro tus horizontes

Y me envuelvo en una fantasía

Qué morirá conmigo 

Apenas traigan mi café

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Helen Bohorquez Helen Bohorquez

Despierta

Despierta.

Se le vino la vida encima en plena madrugada. Mal de adulto.

Respira profundo para asegurarse de la realidad.

En la oscuridad, busca respuestas a las mismas preguntas de siempre. Como si las sombras fueran a responderle que tiene la razón.

Al girarse, se topa con el cuerpo de alguien.

Ese hermoso ser que el universo le puso al lado para sobrellevar la carga de ser humano.

La culpabilidad la invade un minuto.

Siempre pensando en futuros ajenos.

En el hoyo negro de las infinitas posibilidades.

De supuestas mejores vidas que decidió no tener.

Por falta de coraje.

Por ignorancia.

Por una combinación de átomos, genes, tejidos orgánicos, neuronas, experiencias, reencarnaciones, y decisiones, en las que ella no tuvo nada que ver.

Por culpa de microorganismos estomacales y hormonas diseñadas por otros.

Por enamoramientos, coitos, peleas, y accidentes de los que otros fueron víctimas.

Todo eso, y ni una pizca de valentía.

Despierta, duerme.

Pero todo está bien.

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Helen Bohorquez Helen Bohorquez

Revelación en los aires

Al estar sola con mis pensamientos, lo que siempre llega es una necesidad absurda de escribir, de expresarme, de crear algo. Momentos de avión, de pocas distracciones, de pasividad imaginaria, de poesía por los aires, por las neuróticas neuronas de mi ser, de la música en mi cabeza, las bromas, los cuentos, los ojos ajenos, pendientes de mis dedos, curiosos, del desborde de palabras y de un tratamiento para la ansiedad, poseída de nuevo, como antes, de la necesidad de botar todo y algo, mientras descendemos al infierno elegido, el paraíso prometido, a los olores familiares, la rutina de mierda, el paso del tiempo. Aquí estamos, cruzados de brazos, cruzando altitudes y actitudes, para subirnos de nuevo al bus de nuestras vidas - sin poesía, sin alma, sin novedades tóxicas. De nuevo en mi cabeza, distraída, bloqueada, sin salida. Solo una emergencia, solamente. 

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Helen Bohorquez Helen Bohorquez

Estoy bien

Estoy bien cuando

logro robarte un beso en tu mejilla suave

y lloró en tus brazos en las noches en las que el existencialismo me aqueja

cuando escucho tus carcajadas resonar en mi interior

y una pantera negra corretea alrededor

Estoy bien cuando

me veo en tus ojos

y me recuerdas que soy más que un destello galáctico

cuando desempolvamos memorias compartidas

y terminamos mordiendo nuestras almas como en aquellos días

Estoy bien cuando

invadimos geografías desconocidas a nuestro gusto

y descubro algo alucinante en la inmensidad de este mundo

cuando recuerdo que la vida es más que un tormento

y el escepticismo deja de ser mi impedimento

Estoy bien cuando

despejo mis angustias sobre el mar

y un destello de palabras me revela su verdad

cuando el orgullo retorna a mi corazón

y la tristeza se pierde entre risas y alcohol

Estoy bien cuando

derrumbo esta sombra negra que llevo a mis espaldas

y me convenzo de que el futuro es más que un formulario de esperanzas

cuando reconozco que el privilegio de sentir es la libertad absoluta

ante la incertidumbre de esta vida, de este miedo, y de esta ruta.

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Helen Bohorquez Helen Bohorquez

La igual

Siento ajustarme a mis maneras
Pizcas de intolerancia que varias veces rechacé
¿Quién seré que no me reconozco ahora?
En mi coctel de ideologías anticuadas
Portadora de banderas que yo misma encendí
Encasillada en ideas que juraba eran mías
O que presté de algún libro controversial
Aplaudía las diferencias
Y abrazaba lo nuevo
Lo que venga después de todo esto
Casi siempre será mejor
Y ahora soy yo la igual
Parecida a ancestros que no quiero nombrar
Maldito acondicionamiento

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Helen Bohorquez Helen Bohorquez

¿Por qué existen cerebros incesantes?

Ansia de cambio y renovación. Aprendizaje continuo, extravío cultural, locura sistemática y saludable, desarmar convenciones, ¿para qué todo? ¿Por qué de esta manera y no de la otra? ¿Qué hay más allá? ¿Qué es ser feliz? ¿Qué es complacencia, comodidad? ¿Por qué existen cerebros incesantes? ¿Por qué la curiosidad mató al gato? ¿Cómo se enfocan las energías? ¿Cómo se sobrevive en un mundo de ficciones? ¿Es mejor estar dormido que despierto? Disparo aquí, allá. La valla publicitaria, la oferta, el tiroteo de información consumible, derecha, izquierda, interna… pum…pum…pum. El respiro profundo, frustrado, de no saber las respuestas.. pum… el siguiente motivo de atención, inservible, inútil, el estruendo insonoro de la naturaleza ante el llamado de los ceros y los unos, click click click.. el costo de la modernidad en mi cabeza, en mi cuerpo, la fobia de pasadas retóricas asesinas, sin parar, ajetreo de ideas estúpidas que simplemente no te deja dormir. La segunda bocanada, la que te trae a la realidad del conformismo, ese lugar cómodo y calientito.. El realizar lo inservible de este experimento de lenguaje, incoherente de nuevo, en una noche común y corriente, de este pobre paciente.

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Helen Bohorquez Helen Bohorquez

Nada extraordinario

Nada extraordinario pasa en esta casa

No hay nudo en mi garganta

ni lanza incrustada en mi costilla

hay comida en mi plato

poliéster y algodón protegen mi piel

electricidad y radiación corren por mis venas

Nadie escupe a mi costado

O trata de callarme a la fuerza

Nadie decide por mí

Y es aun así

Que llevo en mis hombros vergüenza

Decepción en mi conforme humanidad

En la insensibilidad de mis sentidos

En la absorción de ideas masticadas por otros

En la improductiva labor de mis manos

En la pasividad con la que respiro

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Helen Bohorquez Helen Bohorquez

Absurdo

Masa encefálica que se retuerce de dolor por culpa del mecanismo auto dependiente al que algunos llaman trabajo. Es increíble la capacidad del ser humano de convencerse a sí mismo de la necesidad absoluta de algo con lo que no se nació, algo ajeno al respirar, comer, o defecar. ¡Qué broma tan absurda de la naturaleza, dar poder tan grande a esta redecilla de materiales orgánicos, acuáticos y fáciles de destruir! ¡Qué inútil crear asociaciones intravenosas que se carcomen a sí mismas! Absurdo, simplemente absurdo.

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Helen Bohorquez Helen Bohorquez

Dream hacking

What triggers a dream?

What biochemical agent inside my brain decides that a specific moment, word, image, smell or sound will become the key to a portal of subconsciousness?

It’s an espionage act. You have your thoughts: the crazy ones, the inappropriate ones, the secret bearers, the fantasies; they’re often or they come and go, you make fun of them or you’re ashamed of them, but they’re yours, you keep them, «safely stored» from the idiotic judgement of mankind- until…

they’re kidnapped away during your sleep, by that uncontrollable part of your mind – the one you hate a bit, the imprisoned puppeteer, with grandiose potential and effective use of invasive, impertinent, and irritant techniques of hacking.

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Helen Bohorquez Helen Bohorquez

Historia sin prosa, pero con helado

Una niña corre hacia nosotros con dos helados. Interrumpe nuestro competitivo juego de tirarnos una pelota de tenis el uno al otro, nos da los apetitosos conitos, y no dice: «se los mandó mi mamá, dice que les conoce».

Un poquito confundidos, pues la señora se encuentra a una considerable distancia, le agradecemos a la niña y decidimos hacer lo mismo con la mamá.

Al acercarnos, reconocemos no solo a la señora, sino a su anciana madre, quien nos sonríe justo como el primer día en la que la conocí: recolectando botellas en la acera trasera del edificio donde trabajaba Giancarlo.

Al despedirnos de ellas, representantes sanguíneas de tres generaciones, pienso en cuántas botellas —a precio de intercambio de 5 centavos en NY, CT, NJ– se necesitan para pagar por el helado que estoy comiendo, pero como soy mala para las matemáticas, abandono el cálculo de inmediato.

Lo que me abandonó es el sentimiento del gesto, recordatorio que me aterriza de nuevo a lo que fuimos, chambeadores de calle, los ‘hustlers’ de la basura.

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