Helen Bohorquez Helen Bohorquez

Propiedad privada

La suciedad en sus fábricas y la pigmentación oscura de sus tejidos celulares asustan a mi temporánea vecina, quien con respiración suspendida aprieta su recién nacido con disimulo, protegiéndolo de su presencia. Si tuviera su bolso, probablemente haría lo mismo.

La suciedad en sus fábricas y la pigmentación oscura de sus tejidos celulares asustan a mi temporánea vecina, quien con respiración suspendida aprieta su recién nacido con disimulo, protegiéndolo de su presencia. Si tuviera su bolso, ella haría lo mismo. 

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Helen Bohorquez Helen Bohorquez

Página en blanco

Siempre hay una página en blanco que me juzga por no escribir sobre el mejor tiempo de mi vida. Nunca puedo plasmar en un par de líneas el verdadero significado de mis latidos cuando te veo sonreír. Ese cruce de miradas cuando estás distante, o el pálpito de mis manos al quererte llamar. Es innato, es respirar, no lo tengo que pensar.

Siempre hay una página en blanco que me juzga por no escribir sobre el mejor tiempo de mi vida. Nunca puedo plasmar en un par de líneas el verdadero significado de mis latidos cuando te veo sonreír. Ese cruce de miradas cuando estás distante, o el pálpito de mis manos al quererte llamar. Es innato, es respirar, no lo tengo que pensar.

Pero el hecho es que soy una interesada, me beneficio de tu existencia, me mantienes conectada con lo que soy, es el mundo nostálgico de mi vida lo que me recuerdas: las casualidades televisivas, las canciones que nos marcaron, las coincidencias de nuestras vidas, los detalles de la que fui, la apreciación de lo pequeño, el núcleo magnético que mantiene mis pies firmes, pero mi mente abierta, los detalles que subsisten en la simplicidad de un compartido gusto culinario, las reaccionarias sorpresas cinematográficas, el laberinto de nuestras mentes ante la inmensidad del mar, un sábado en la cama, una cama en cualquier lugar.

La libertad en la que me permites ser yo misma, sin juzgarme, sin preguntarme el porqué, sin cambiarme.

Reír, sonreír y llorar…

por dentro…

de felicidad...

y en ocasiones, todo al mismo tiempo.

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Helen Bohorquez Helen Bohorquez

Bilingüe

Masticamos sílabas con acentuaciones extrañas, pero lo hacemos en dos idiomas, caballero.

Masticamos sílabas con acentuaciones extrañas,

pero lo hacemos en dos idiomas, caballero,

sus aires coloniales y su sangre inglesa me valen lo mismo que nada,

sus atoradas órdenes se extinguen en su incapacidad de liderar este submarino disfrazado de canoa,

los números y los logros se quedaron en la pizarra,

después se pregunta porque lo atacan "los incultos y los salvajes".

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Helen Bohorquez Helen Bohorquez

El papel

En el 2001, mi vieja, mi cucha, mi madre, respiraba el aire frío de esta ciudad. En su maleta, la angustia de dejar a sus hijos atrás, el miedo a lo incierto y la convicción absoluta de quedarse a toda costa, para así cambiarnos, mejorarnos la vida.

En el 2001, mi vieja, mi cucha, mi madre, respiraba el aire frío de esta ciudad. En su maleta, la angustia de dejar a sus hijos atrás, el miedo a lo incierto y la convicción absoluta de quedarse a toda costa, para así cambiarnos, mejorarnos la vida. Tras 8 años, se han lavado baños y limpiado pisos, se ha trabajado a pleno sol y caminado en medio de tormentas de nieve. El bus nos ha dejado y hasta plata hemos encontrado.

Y aquí estamos, ella como el puente de mi vida, yo como el resultado de su esfuerzo. Soy su espejo, su ilusión. Sostenemos el papel que nos lleva un paso más cerca al sueño. La cucha sonríe, me abraza y consiente como cuando yo era bebe. La única diferencia es que ahora, ya puedo darle gracias.

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Helen Bohorquez Helen Bohorquez

Sus manos sostenían el almuerzo

Sus manos sostenían el almuerzo. Era un plato de frijoles. Adjunto al pedazo de pezuña de cerdo y el plátano verde mal picado, se hallaba un hogar.

Sus manos sostenían el almuerzo. Era un plato de frijoles.

Adjunto al pedazo de pezuña de cerdo y el plátano verde mal picado, se hallaba un hogar. El plato hondo bordado de flores desteñidas testificaba en silencio su uso diario, pero era el vejestorio que mejor demostraba su utilidad – por más maltratado que estuviera. Esto no era impedimento para que el manjar leguminoso rebozara de un sabor casero inconfundible al gusto y al olfato. La sal del amor puro y el hogao de la buena voluntad, mezclados conformaban un regalo al paladar. Su poder místico, más allá de llenar barrigas y alimentar el cuerpo, contenía nostalgia. Mis papilas reconocían un ingrediente secreto; una llave a profundos recuerdos infantiles. Una cocina de baldosas amarillentas y un olor a canela en la piel de una mujer. ¿Frijoles con canela? ¡Obvio que no! Aunque con ella no se sabe. Pero ese era el recuerdo. Tangible a los sentidos. Sensibles al tacto.

Volviendo en sí, terminando ese estupendo festín, la miré de forma agradecida. Ella no era la misma de la visión regresiva. Ni se parecía en lo más mínimo. Sin embargo, en esa habitación de techos metálicos porosos, la abracé. Extrañada, nunca dejó de sonreír. Con ese acto simple y natural reflejó la belleza de sus años. Los ojos de la experiencia y la disciplina. ¡Ahí estaba el detalle! Ese era el espejo de la remembranza. ¡No eran los frijoles! Qué tontería. Que absurda pero bella melancolía.

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Helen Bohorquez Helen Bohorquez

Maquillaje

Embadurnada de maquillaje hasta las orejas, literalmente, para ocultar su heredada imperfección en el lóbulo sin perforar izquierdo, ella admite la ridícula situación a la que se somete cada día para complacer a su jefe, su marido y la sociedad.

Embadurnada de maquillaje hasta las orejas, literalmente, para ocultar su heredada imperfección en el lóbulo sin perforar izquierdo, ella admite la ridícula situación a la que se somete cada día para complacer a su jefe, su marido y la sociedad. 

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Helen Bohorquez Helen Bohorquez

Escritores

"Alguien va a leer la basura que escribo." Es lo primero que pasa por mi mente al tratar de comenzar este escrito. Nótense la inyección de optimismo y negación conjunta.

"Alguien va a leer la basura que escribo." Es lo primero que pasa por mi mente al tratar de comenzar este escrito. Nótense la inyección de optimismo y negación conjunta. La frase está estratégicamente compuesta para hacer notar la falta de confianza de quien les escribe o para aparentar un sentido de humildad obviamente falso, pues los escritores somos seres hechos de toneladas de inseguridades y al mismo tiempo creemos que somos los más creativos, intelectuales, artistas de la palabra que jamás hayan pisado la faz de la tierra.

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