Joven poseída

Estoy en el centro de miles de coordenadas, direcciones y destinos entrelazados por decisiones, el aire congela los dedos y las ideas, pero la claridad de habitar no en este mundo, sino en varios, me hace sentir especial, joven, poseída. 

Admito estar algo obsesionada con el desenlace, con evitar la trama y evadir el trayecto, pero deben ser cuestiones de impotencia, de mis bolsillos, y de una recurrente e inútil inseguridad. 

Son lapsos en los que todo parece gigante y aunque deseo apreciar la simplicidad de la vida, construyo acertijos exagerados y revoluciones militantes en mi cabeza para afrontar el hecho que todavía no he hecho nada, que esta vaina como que no tiene mucho sentido que digamos. 

Tras leerme los textos, y aprenderme un reguero de conceptos, teorías e hipótesis, cualquiera diría que me encuentro en el camino hacia la absoluta verdad; pero como no tengo autocrítica, sino todo lo contrario, entre más me sumerjo en literatura y academia empiezo a creer en una innata escasez de lucidez. Mejor dicho, como que se me empieza a correr la teja. 

Escribir estas palabras tapa las goteras mentales.

Resumo en minúsculos destellos de optimismo, que sí, que ando perdida. Que la incomodidad diaria que siento en medio de este terreno plagado de langostas, me hace entender que mi verdadero lugar no está por estos lares, ni en ningún lugar en específico; que yo, por primera vez, marcaré mi rumbo, plasmado en un colorido mapa de palabras e imágenes, de acciones y olores; sin ningún tesoro, pero con muchas historias que contar. 

Esperemos. 

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